Cómo se riega la vid
Se calcula que la vid tiene la capacidad de sobrevivir, incluso, tras largas etapas de sequía. Por ello, es uno de los cultivos que menos agua necesita. Concretamente, se calcula que puede vivir durante todo su ciclo vegetativo con una cantidad de agua equivalente a 300mm de agua. ¡Es impresionante!
Entonces, ¿cómo se riegan las viñas y cuándo se hace? Lo cierto es que, algunos viñedos pueden producir perfectamente su fruto con el agua de la lluvia como riego externo. Sin embargo, existen sistemas de riego para controlar la cantidad de agua que recibe cada viña.
Podría decirse que no es tan importante la cantidad de agua como el momento preciso en el que se riega la vid. Dependiendo de la fase del ciclo vegetativo en el que se encuentre (lloro, brotación, floración, maduración, crecimiento otoñal, caída de la hoja y reposo invernal), necesitará más o menos agua. El período en el que se precisa más agua va desde la brotación hasta la maduración o envero. Es decir, más o menos, desde abril hasta agosto, justo antes de empezar la vendimia en septiembre. ¿Vas comprendiendo hasta dónde llega la importancia del agua?
Demanda de agua en los viñedos
A pesar de lo comentado anteriormente, siempre tenemos que prestar atención a las particularidades y necesidades de cada viñedo. Y es que, en el riego de las viñas influyen determinados factores para saber qué cantidad de agua recibe la vid.
Te resumimos los 5 más importantes:
- La variedad de uva: ya que las necesidades hídricas de cada tipo de uva son diferentes y peculiares.
- La localización del viñedo y el tipo de terreno: por eso, las características entre diferentes fincas no serán las mismas.
- El conjunto de factores de temperatura, iluminación, suelo y disposición de cada planta. Esto recibe el nombre de evapotraspiración.
- La fertilización: por los nutrientes y minerales
- La densidad de la plantación: a mayor plantación, menos terreno tendrá cada planta para su desarrollo radicular, lo que hará que dispongan de menos cantidad de agua.
El estrés hídrico: ¿qué es?
Cuando se da un déficit hídrico importante, como una fuerte sequía, o, simplemente, cuando, a raíz de la contaminación del agua, su la calidad no es la adecuada, se produce lo que conocemos como estrés hídrico. Este puede afectar a casi todas las fases del ciclo vegetativo de la vid. Por ello, es fundamental controlar el riego de la planta para garantizar una producción del vino óptima.
Efectos del exceso de agua
Y, ¿qué pasa si se produce el caso contrario y, en vez sequía, tenemos un exceso de agua en la vid? Como en todos los extremos, no obtendremos buenos resultados.
Cuando la cantidad de agua sobrepasa los límites de la vid lo que puede ocurrir es una falta de oxígeno en la planta a raíz del encharcamiento. Un exceso de agua también puede provocar que se retrasen algunos procesos, como la maduración. Además, también podemos encontrarnos con una pérdida en la calidad de las uvas, ya que, aumentarán su tamaño, pero habrá una concentración más baja de azúcar y un aumento en el nivel de ácidos.
Las necesidades hídricas de la vid
La vid es una planta que requiere relativamente poca aportación de agua, ya que se estima que precisa entre 280-300 litros para formar un kilo de materia seca. Además la vid dispone de un potente sistema radicular que profundiza en el suelo y de un gran poder de succión de sus raíces. Se considera que la planta puede sobrevivir con precipitaciones de 250 milímetros anuales y con temperaturas extremas de 40 °C, con reducidas producciones. Una pluviometría que oscile entre 350 y 600 milímetros anuales ya es adecuada para una producción de vinos de calidad, por lo que la aportación extraordinaria de agua a través del riego debe usarse como medida de disminución del estrés, siempre conservando un cierto déficit hídrico, sobre todo en el proceso final de maduración.
Las necesidades hídricas en la vid aumentan desde la brotación hasta el mes de enero, disminuyendo desde ese momento y hasta su recolección. Un exceso de humedad en la época de floración puede dar lugar a un exceso de vigor que puede causar deficiencias en el cuajado de los frutos, provocando su corrimiento. De la misma forma, un exceso de agua durante el crecimiento retrasa el envero y, por lo tanto, el inicio de la maduración. También, un exceso de humedad pasado el envero aumenta el tamaño de los granos, pero los hace acuosos, pobres en azúcar y más ricos en ácidos, retrasando su maduración.
Número de riegos y cantidad de agua precisada
Por un lado, las plantas jóvenes, con un sistema radicular poco extenso, se deben regar mucho más a menudo que las completamente desarrolladas. Igualmente viñedos con el sistema radicular dañado por hongos, insectos, nemátodos, etc., deben ser regados con mayor frecuencia, para compensar la disminución de la capacidad de absorción de las plantas.
La frecuencia de riego también dependerá de la etapa en que se encuentre la planta. La falta de agua durante la formación y maduración de los frutos reduce el tamaño de las bayas. Por el contrario, si los riegos son muy frecuentes o excesivos al aproximarse la vendimia, pueden retrasar la maduración de las bayas o incrementar la compactación de racimos, favoreciendo con ello su pérdida de calidad, y la pudrición de los mismos por ataques de hongos. También los riegos demasiado fuertes después de períodos de sequía pueden ocasionar el rajado de las bayas. Normalmente se registran bajas producciones cuando se llega al punto de marchitamiento, o cuando el exceso de agua supera el umbral óptimo.
Se ha de tener en cuenta una serie de factores a la hora de elegir el sistema de riego correcto. Entre ellos, uno de los más importantes es el climático, ya que dependerá mucho de la temperatura, de la humedad relativa del aire, de si se trata de una zona con vientos, heladas primaverales, evapotranspiración, etc. También el tipo de suelo juega su papel: profundidad, textura, permeabilidad e infiltración, así como la topografía del terreno. Y no se ha de olvidar el sistema de plantación y la técnica de cultivo empleada. Se debe utilizar un sistema de riego diferente según la disposición, densidad, sistemas de plantación, de poda, de mantenimiento del suelo y de fertilización, así como tratamiento fitosanitario de la viña.
El mejor sistema será siempre, y en ello están de acuerdo todos los especialistas, aquel que aplique el agua con un bajo coste económico y de energía, y con una mayor eficiencia de riego.
Descartando directamente el riego por aspersión, planteamos cuatro tipo de sistemas que son los más utilizados en nuestro país:
– Riego a manta: Se trata del sistema más barato, pero requiere una buena nivelación del terreno. Además, necesita de un gran caudal de agua instantáneo. La uniformidad del reparto de agua de riego no alcanza el 70%.
– Riego localizado de alta frecuencia: Consiste en aplicar el agua de riego en pequeñas dosis, de forma muy frecuente, en un volumen muy reducido y en cantidades suficientes para satisfacer las necesidades hídricas de la cepa.
– Riego por goteo: Es el que se está implantando cada vez más y el que da los mejores resultados. Posee la gran ventaja de que se puede automatizar totalmente. En general, es suficiente con dos goteros por cepa, colocados a 15 centímetros de la misma, aunque ello depende del desarrollo de la misma y de la permeabilidad del suelo. La presión de trabajo de los goteros suele ser de dos bares y su caudal normal es de 4 litros por hora.
La principal ventaja estriba en que permite el riego en terrenos con topografía irregular o en suelos con permeabilidad inadecuada. Básicamente, con este sistema se ahorra una gran cantidad de agua; se alcanza una eficacia en el riego de hasta un 80% y se puede dosificar mejor el agua de riego aplicada, existiendo la posibilidad de aplicar, de forma fraccionada, los abonos por fertirrigación. Este sistema permite además una facilidad de acceso y movimiento a la maquinaria en la plantación, todo lo contrario que en el riego a manta.
En el apartado de los inconvenientes, sólo podemos apuntar el riesgo de taponamiento de los goteros, lo que puede hacer bajar la uniformidad de reparto del agua de riego. Además también puede producirse una excesiva localización del bulbo húmedo, sobre todo en terrenos muy sueltos o arenosos.
– Riego por goteo subterráneo: Es un tipo de riego por goteo en el que los laterales porta-emisores están enterrados en el suelo a una determinada profundidad, entre 5 y 50 centímetros. La instalación debe realizarse en el centro de la calle, para que el bulbo húmedo moje las raíces de dos filas de plantas. Siempre se trabaja con tuberías cuyo gotero se integra en el interior de las mismas, aunque se pueden emplear goteros pinchados. Ha de ser un gotero fiable, de la máxima calidad, y con un diseño específico que le haga resistente a las obstrucciones por deposición de partículas en el laberinto del mismo.
Entre las ventajas están prácticamente las mismas que en el riego por goteo aéreo, aunque en cuanto a los inconvenientes hemos de sumar la dificultad para localizar fugas y averías y el peligro que en zonas de poca lluvia se puedan acumular sales en la superficie que perjudiquen la germinación del cultivo siguiente.
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